
LA VULNERABILIDAD TAMBIÉN MATA A LAS MUJERES CATAMARQUEÑAS
En menos de seis meses, cuatro mujeres fueron asesinadas en la provincia. Tres eran madres y al menos tres casos tienen como responsables a parejas o exparejas.
Entre abril y septiembre, cuatro mujeres catamarqueñas fueron víctimas de hechos de sangre: Alicia Suárez, Ramona Antonia Ramos, Micaela Nancy Ybarra y Gladis Guitian. Dos vivían en la Capital y dos en el interior. Los casos evidencian que la violencia de género atraviesa todos los territorios y sectores sociales, pero golpea con más fuerza a quienes viven en contextos de mayor vulnerabilidad, donde la pobreza, la falta de redes de contención y el acceso limitado a la protección estatal agravan el riesgo.
Alicia Suárez fue asesinada el 6 de abril en el barrio Altos de Choya. Tenía 40 años, era madre y vivía en condiciones extremadamente precarias, con problemas de adicciones. Murió por heridas cortantes en el cuello y su pareja, Mario Eduardo Carranza, está detenido con prisión preventiva. Ramona Antonia Ramos, docente de 41 años, fue atropellada por su ex pareja en Santa María el 15 de junio; él está acusado de homicidio agravado por el vínculo. Micaela Nancy Ybarra murió el 7 de julio en un incendio intencional en su vivienda en la Capital; aún no hay imputados. Gladis Guitian, oriunda de Santa María, fue asesinada por su ex pareja en Cafayate, Salta, evidenciando cómo la migración por trabajo o relaciones también incrementa la exposición a situaciones de violencia.
Tres de las cuatro víctimas eran madres. Solo Ramona no tenía hijos. Los hijos de Alicia quedaron institucionalizados y la hija de Nancy impulsa la querella para exigir justicia. En tres casos, los femicidas fueron parejas o exparejas, confirmando un patrón que se repite a nivel nacional: el hogar y las relaciones íntimas son los espacios más peligrosos para las mujeres. De los cuatro hechos, dos tienen acusados detenidos, uno cuenta con un sospechoso internado en grave estado y uno sigue sin responsables identificados.
Estos crímenes se inscriben en un contexto nacional alarmante. Entre enero y septiembre de 2025 se registraron 181 femicidios en Argentina: 167 femicidios y vinculados de mujeres y niñas, 1 lesbicidio, 1 transfemicidio y 12 femicidios vinculados de varones y niños, según el Observatorio de Femicidios “Adriana Marisel Zambrano”. Detrás de esas cifras, 166 hijos quedaron sin madre, más de la mitad de ellos de muy corta edad.
En Catamarca, los casos locales replican estos patrones: vulnerabilidad socioeconómica, vínculos afectivos como factor de riesgo y hogares que se transforman en escenarios de violencia letal. El 46% de los femicidios ocurren en el interior provincial, lejos del foco mediático de la Capital. Alicia murió en su casa; Nancy murió quemada en su vivienda; Ramona fue atacada en la vía pública por su ex pareja. El lugar que debería ser refugio, muchas veces se convierte en trampa mortal.
El informe nacional también alerta sobre un fenómeno creciente: desde 2023, 70 mujeres fueron asesinadas en contextos vinculados al narcotráfico. Aunque esta variable suele quedar invisibilizada en las primeras coberturas, es clave para comprender la magnitud del problema: las redes criminales utilizan a las mujeres como instrumentos de venganza o mensajes entre bandas, convirtiendo sus cuerpos en escenarios de disputas que no eligieron.
Las historias de Alicia, Ramona, Nancy y Gladis no son hechos aislados. Son parte de una geografía del horror que abarca todo el país y que se ensaña, especialmente, con las mujeres en situación de mayor desprotección.